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El arte de los sueños

¡Ta qué locura!

Tuve un sueño dentro de otro sueño, y este dentro de otro. Estoy despierto desde las 3:21 am, escribiendo para no olvidar ningún detalle. ¡Qué put… locura! Tengo los ojos aguados, no sé si por sueño o por emoción. Tengo ganas de despertarla para contarle, pero creo que me mataría.

… un sueño dentro de otro sueño…

1er acto: Regresaba a México, llegaba a Cafetal 559, la puerta del edificio medio abierta, un auto estacionado al final del estacionamiento fuera de los cajones. Subo las escaleras, me encuentro con una persona, al parecer la hija de la muchacha que limpia (se parecía un chingo, pero estaba más joven). Puerta del E03 medio abierta, entro, y para mi sorpresa había muchas cosas intactas, sin vender, tal cual como las había dejado supuestamente antes de irme de viaje.

A medida que hacía pase de revista iban apareciendo más y más cosas. No estaba el juego de sala cuando entré, pero en una ida y venida de uno de los dormitorios, apareció, sofá con sus cojines y mesa de TV con respectiva TV. Desde que entré, me sorprendió ver el refri, mi cava de vinos y en el tercer dormitorio, mi escritorio con todos los equipos electrónicos, o al menos unos cuantos: disco duro, go-pro y laptop con su base. Recuerdo que regresé a la sala y continuaba la puerta abierta; intentaba cerrarla y pasaba trabajo, era como si hubiesen lijado y gastado la parte por dónde se encuentra el cierre. Me preocupé al ver personas subir y bajar las escaleras, una de ellas, la supuesta hija de la muchacha que limpia.

Ya desde hacía un rato me parecía todo raro, e incluso recordé que cuando llegué al recinto, la puerta principal se encontraba abierta. En ese momento me senté en el sofá, empecé a plantearme si estaba soñando porque todo me parecía muy real. Hubo un momento en que hasta revisé mi mochila, con la que regresé del viaje, para comprobar si era verdad que existía el disco duro que se encontraba en el escritorio. Por ejemplo, el disco duro que llevaba traía conmigo porque siempre viajo con mis equipos electrónicos, resultó que estaba duplicado.

En ese momento apareció Lil en el sofá y se empezaba a difuminar el sueño. Ahí le conté lo que estaba ocurriendo, si estaba en un sueño porque habían pasado cosas superraras. Otro detalle que recuerdo como descripción del apartamento es que habían cambiado el sistema de iluminación, y pensé en ese momento que lo habían hecho como nuevo diseño para los nuevos inquilinos, porque supuestamente yo había terminado relación contractual con los “dueños” de ese depa.

… Se empezaba a difuminar el sueño… habían pasado cosas superraras.

2do acto: Como en muchos sueños, empieza a hacerse más complicado recordar. En esta parte, ya le había contado a Lil lo sucedido y estaba en espera de despertar para confirmar que sí fue un sueño. Me encuentro de repente con ella en un auto, yo manejando y ella de copiloto, contándole que sí, efectivamente había sido un sueño. Íbamos por Viaducto Miguel de Alemán, una de las vías rápidas por las que manejé en Ciudad de México y donde existen tres carriles muy, pero muy estrechos, y los autos alcanzan más de 80 km/h (esa es otra locura de mi otra Patria, pero que ahora no viene al caso).

Resulta que íbamos en el coche, cuando le contaba, de repente se convierte en un P9, este es un medio de transporte público en Cuba, y ya que estamos, pues lo relacionamos con México. Para que se entienda, es como un metrobus con acordeón, pero ni hay división por género, ni tiene tanta frecuencia, obviamente.

Bueno, ya, que me desvío del tema y se me olvidan los sueños. En el supuesto P9, yo estaba en el asiento del chófer, pero sin manejar, sin tener el control del vehículo. De repente empieza a tomar varias curvas a altas velocidades, se me parecían, no sé si a varias calles de la CDMX, pero sí hubo una en la que pensé: Estamos por el centro, por este mini túnel he manejado para ir a casa de Daniel muchas veces. Ño, hasta en los sueños de los sueños ese chamaco aparece, ja, ja, ja.

En fin, que de repente la vista, el fondo, el panorama empieza a cambiar y fue sorpresa, una sorpresa para mí, me encantaba lo que estaba viendo. Puff, en este punto, ya no recuerdo si lo que voy a contar ahora pertenece al sueño dos o no sé si realmente hubo un sueño tres. Creo que la emoción por lo que mis ojos estaban contemplando no me dejó pensar en más nada.

3er acto: El parabrisas del bus empezó a transformarse, haciéndose más y más curvo, como parabrisas de helicóptero; el vehículo continuaba a muy alta velocidad. De repente empiezo a ver muy nítido y con colores muy vivos, una casa en lo alto de un cerro, cada vez se iba haciendo más y más grande esa casa, porque nos íbamos acercando. Así, como cuando un avión va agarrando vuelo, el P9-metrobus, ya convertido en helicóptero, empieza a ascender.

Estábamos a punto de traspasar el cerro por encima de la casa, cuando tomé mi teléfono para perpetuar en unas capturas lo que mis ojos estaban presenciando. Sentía que sobrevolaba por el cerro del Tepozteco, y sí, la casita que una vez veía desde lejos, desde el pueblo de Tepoztlán, en Morelos, México, y a la que una vez no pude llegar porque me prohibieron escalar al cerro por estar tomándome una michelada de dos litros, “ahorita” la estaba sobrevolando en un helicóptero, con mi papá.

Detrás de ese cerro aparecieron, como por arte de los sueños, un paisaje lo más parecido a las grutas de Tolantongo, como si de repente se borrara del mapa todo lo que existe entre Tepoztlán, Morelos y las grutas de Tolantongo, Hidalgo. ¿Qué?? Como si mi linda Ciudad de México no existiera.

Lo que mis ojos estaban observando desde el asiento, esta vez de piloto, era una verdadera maravilla, el cerro, la casa grande en la cima del mismo, sobrevolar y encontrar unas grutas en forma de …mmm, como la parte interior del logotipo de Mazda, esa misma figura reflejada en un espejo, oh ya, como dos paréntesis, uno abierto y otro cerrado, juntos; así se veían, con el azul cristalino que caracterizan las playas de Islas Mujeres y Varadero.

Lo que mis ojos estaban observandoera una verdadera maravilla

Recuerdo que, como muchas veces me ha ocurrido, las capturas que quería perpetuar lo que mis ojos veían, no las pude hacer porque íbamos a altas velocidades y en vez de presionar el volumen bajo del móvil, presioné el botón de encendido, en este caso el de apagado, y puff, pantalla en negro.

Pero ahí no se acabó la historia. Veo a mi padre con una mochilita a la espalda. Una de las escotillas del helicóptero estaba abierta, y se pone a medir la velocidad y dirección del viento, mojando uno de sus dedos con saliva y sacándolo afuera como si fuera veleta, para hacer un salto de paracaidista profesional y poder disfrutar en “cámara lenta” del paisaje, que me hubiese gustado ser pintor para poderlo plasmar en un óleo sobre lienzo, pero que se quedará en mi memoria y en este pequeño blog sobre mis tres sueños.

Ahí, en ese momento en el que ya no recuerdo si se atrevió a saltar, desperté con esa imagen y estuve dando vueltas de emoción en cama por todo lo que había soñado. Esta vez sí estaba consciente de la realidad y que todo había quedado en una fantasía onírica; y con la esperanza de volver a retomarlo ahora, a las 4:29 am cuando continúe con mi descanso.


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